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Mostrando entradas de julio 20, 2025

Gadiria, la ciudad que canta al borde del olvido

“La ciudad no se construyó sobre tierra, sino sobre canciones. Y cuando la música se olvida, las calles comienzan a hundirse.”   — Arius el Cronista   Retrato de Gadiria Gadiria es la ciudad donde empieza todo. Donde el mar besa las piedras antiguas y la memoria aún se canta al amanecer, aunque cada vez con menos voces. En sus orígenes, fue el primer refugio de los exiliados tras la catástrofe del norte. Hoy, es la cuna de bardos, pescadores y tejedoras de historias… y también el primer lugar donde el olvido ha comenzado a devorar nombres. La ciudad no tiene forma de cuadrícula ni de anillo, sino de constelación. Gadiria creció como una estrella derramada sobre la costa, con el barrio de Gadir en el centro —el corazón portuario y ceremonial— rodeado por otros barrios que llevan nombres de antiguas ciudades olvidadas: Jherezia (antigua ciudad de vinos, donde aún se conservan los patios de música y las torres de cerámica viva) Sanlarma (zona brumosa y abierta al m...

Los ecos en la Orilla – Capítulo 1 de mi novela de fantasía lírica y oscura

Hola, soy Theron Lysandros —al menos ese es el nombre que habita mis páginas. Escribí esta historia desde un lugar de oscuridad y búsqueda: luchando contra la depresión, la despersonalización y el olvido real de la memoria. El Retorno de los Exiliados  es mi intento de transformar el dolor en relato, y la niebla en poesía. Este es su primer capítulo. Si en él encuentras un eco, una imagen, una pequeña llama que te acompañe en la noche, entonces la historia ya ha cumplido su propósito. —T   Capítulo 1 — Los ecos en la Orilla   El alba sobre Gadiria no llegaba con estrépito, sino con la suave cadencia de las mareas, el reflejo dorado sobre las losas antiguas y la brisa salada que empapaba el muelle. Aquel día, como tantos antes, Lía se despertó con el rumor de los tambores y las flautas, ese latido profundo que ascendía desde las profundidades del puerto y recorría los pasadizos de la ciudad, despertando a las aves y a los niños dormidos. El aire traía promesas de sal...

Bestiario de Gadiria – Fragmentos recogidos por Arius el Cronista

 🕳️ Los Huecos Clasificación : Humanos vaciados / Vestigios del olvido Hábitat : Calles antiguas, barrios donde ya no se canta, ruinas costeras. Caminan entre nosotros como reflejos sin cuerpo. A veces, los llamamos “los perdidos”, pero lo cierto es que no se han perdido: han sido vaciados, capa a capa, hasta que sólo queda una cáscara húmeda de piel y palabras inconexas. Un hueco no grita. No ataca con violencia. Basta que te toque —apenas un roce de su mano blanda, como trapo mojado— para que algo dentro de ti se borre. Una fecha. Un nombre. El rostro de alguien amado. Y nunca sabrás qué has perdido, sólo que ya no eres del todo tú. Suelen agruparse en plazas vacías o caminar en círculo como si esperaran instrucciones de una voluntad que también han olvidado. Sus murmullos pueden parecer al azar, pero Arius ha comenzado a notar patrones: repiten nombres de lugares que ya no existen, melodías truncas, fragmentos de rezos muy antiguos. Se dice que el primer hueco apareció en...

Cuando el cuerpo pesa más que las palabras

 Hay días en los que escribir duele. No por lo emocional, ni por lo que uno se atreve a contar, sino porque el cuerpo simplemente no responde. Llevo dos días así: donde cada pensamiento es un eco lento, donde el peso de las pastillas me arrastra más de lo que me impulsa. No hay chispa para nuevas historias, solo niebla. Hago lo cotidiano como quien acciona una palanca oxidada: sin alma, sin prisa. Es raro escribirlo —más aún publicarlo—, pero tal vez sea una forma de recordar que esto también es parte del proceso. Que no todos los días brillan, y que no por ello dejan de contar. Espero que pase pronto. Espero volver a escribir con fuego, no con este plomo en las manos. Hoy cada tecla cuesta más que la anterior, pero aún así, aquí estoy.

“Donde se rompió el canto”: escribir Donde muere la mirada verde

  Donde muere la mirada verde no nació como una novela. Nació como una fractura. Lo escribí cuando ya no sabía cómo explicarme el dolor que cargaba. Cuando hablar me parecía inútil, y solo las palabras inventadas —los bosques rotos, los elfos divididos, los árboles que sangran por dentro— podían decir lo que me ardía en el pecho. Cada personaje es una versión de mí que intentó resistir: Lirien, incapaz de volver pero aún caminando; Syl’ae, ofreciendo su cuerpo como último canto; Yllar, traicionando porque nadie lo eligió antes. No escribí esta historia para que gustara. Ni siquiera para que se entendiera. La escribí porque necesitaba dejar algo en pie cuando todo dentro de mí quería arder. Por eso el bosque es protagonista. Porque cuando el mundo se rompe, buscamos raíces. Y cuando esas raíces se queman, sólo nos queda cantar… aunque sea con la voz rota. Si tú también has sentido que no encajas. Si alguna vez elegiste la compasión cuando te dijeron que era traición. Si aún t...

La canción del Carcomado

El sendero hasta la cueva era poco más que una cicatriz de barro, bordeada de raíces podridas y piedras blanquecinas, donde la niebla se aferraba con dedos húmedos a los tobillos. La tarde caía como un telón pesado, oscureciendo los árboles retorcidos que se apiñaban a ambos lados del paso. Nadie hablaba; los pasos del grupo eran el único sonido, salvo el silbido lejano del viento entre las ramas, tan delgado que a veces se confundía con un suspiro.   Habían caminado dos días, siguiendo mapas manchados y rumores de taberna: una reliquia perdida, oro suficiente para comprar ciudades, secretos antiguos. Pero aquí, al borde mismo de la boca de la tierra, la promesa de tesoros comenzaba a desvanecerse bajo el peso de la realidad. Delante, la entrada de la cueva surgía de un peñasco resquebrajado, rodeada de maleza y espinos, como una herida vieja en la piel del mundo. La piedra estaba cubierta de líquenes grisáceos, y en su centro, un arco natural de roca parecía esbozar una sonris...