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Mostrando entradas de julio 13, 2025

Autocrítica de La tumba que aprendió a recordar: Lo que la grieta dejó en mí

Cuando terminé La tumba que aprendió a recordar , supe que no había escrito solo una novela de fantasía, sino un libro sobre la memoria, el duelo y la grieta que queda cuando uno intenta recordar lo que no vivió. Esta historia nació de la pregunta: ¿qué pasa cuando lo que más te duele no es lo que perdiste, sino lo que aún no has sabido nombrar? Mi intención era ofrecer un relato distinto: sin héroes clásicos, ni linajes, ni profecías. Una novela donde el verdadero conflicto es interno, donde la amenaza es el olvido y la única salvación es sostener sin romperse. Quise que Neim, Rohna, Aeryn y las demás portadoras fueran personajes frágiles y resistentes a la vez, capaces de cargar con voces ajenas y, aun así, encontrar su propia palabra. Ahora, después de releer el libro y escuchar a las primeras lectoras, reconozco tanto sus aciertos como sus grietas: Lo que quería transmitir: Sobre todo, una atmósfera de herida y ternura, de recuerdos que buscan cuerpo. La magia de esta histori...

2 autores, 1 persona

Hoy he vuelto a experimentar un episodio de despersonalización de esos largos, de los que te hacen sentir como si fueras un espectador dentro de tu propio cuerpo. No es tan aterrador como suena: simplemente es mi “otro yo” tomando las riendas y quedándose absorto, mirando a un solo punto, mientras la parte consciente de mí intenta abrirse paso. Suena más dramático de lo que en realidad es; no tiene nada que ver con lo que muestran en películas como Múltiple (y dudo que se parezca siquiera). A lo que voy es que, cuando releo mis libros, a veces hay partes que no me resultan familiares, fragmentos que no sabría decir en qué momento escribí o si fue, de alguna forma, ese “otro yo” quien se puso a teclear. Me pasa especialmente en las escenas donde más fluía: tengo la historia, la trama, los personajes, el mundo entero en la cabeza… pero no siempre sé cuál de mis dos versiones está realmente plasmando esas ideas en el papel. Llevo días dándole vueltas. ¿Y si esa otra parte de mí ha dest...

¿Quién mató a la fantasía clásica? Aventureros, heridas y lo que nunca se cuenta

Durante años, el grupo de aventureros fue la columna vertebral de la fantasía clásica: héroes improbables, una misión imposible, cuevas y monstruos esperando en cada recodo, y la promesa —más fuerte que la propia magia— de que, juntos, se puede resistir cualquier oscuridad. Pero basta mirar los estantes y los nuevos lanzamientos para notar que ese modelo parece estar en retirada, sustituido por historias más introspectivas, solitarias o románticas. La pregunta, entonces, es inevitable: ¿ha muerto la fantasía de grupo o simplemente ha cambiado de piel? La Alianza de los Condenados nace de esa pregunta, pero no es una novela clásica al uso. Sí, hay un grupo de aventureros. Sí, hay encargos, monstruos y peligros que exigen lealtad, ingenio y una voluntad de hierro. Pero mis personajes no son arquetipos, ni buscan la gloria ni el oro eterno. Son supervivientes, gente rota que se aferra al grupo porque ya no saben volver solos, y porque la alternativa —el olvido, el silencio— pesa más ...

Lo que el fuego no quiso perdonar: una elegía desde las cenizas

Cuando empecé a escribir Lo que el fuego no quiso perdonar , era aún un novato en todos los sentidos. No sabía si sería capaz de sostener una historia tan grande, ni si mi voz lograría sobrevivir a la oscuridad en la que vivía. Pero en ese momento, la necesidad de narrar era más fuerte que cualquier miedo: quería crear una elegía, un réquiem para todo lo que no supe guardar, para los nombres, los fragmentos y las raíces perdidas. La escritura se convirtió en mi refugio. Levanté, palabra a palabra, un mundo donde la memoria es un don peligroso y la magia, más una condena que un don. Construir algo tan grande, tan complejo, fue una forma de no derrumbarme. Le dediqué cada noche de insomnio, cada trozo de tristeza, cada pequeño destello de esperanza que aún me quedaba. Hoy, no puedo releer el libro sin que me duelan los recuerdos. Es un espejo de mis peores momentos, de la versión de mí mismo que más costó sobrevivir. Pero, con todo, Lo que el fuego no quiso perdonar es el libro al que...

Hola, soy Theron Lysandros.

 Escribo mayoritariamente en español, aunque mis historias también encuentran vida en inglés. Donde Duerme el Fuego y El Cristal que no pudo recordar fueron mis dos primeras novelas: puertas abiertas a mundos donde la memoria arde y lo imposible se vuelve íntimo. Desde siempre he sentido la necesidad de narrar, sobre todo en esas noches de insomnio donde leer era mi único refugio. Cuando terminaba un libro, me sumergía en audiolibros y, entre todas las voces que pueblan mi cabeza, siempre había una que se empeñaba en inventar historias propias. Así, mientras escribo una novela, mi mente está tramando otras dos en paralelo, ramificándose en caminos que a veces ni yo mismo alcanzo a ver. Siento que ahora atravieso mi momento más fértil de imaginación, aunque reconozco que no siempre logro plasmar en palabras lo que mi cabeza urde. A veces, dejo personajes secundarios en pausa, me pierdo en la lírica y puedo resultar denso para algunos lectores. Pero intento, siempre, equilibrar e...

Dos Libros, Dos Heridas

  “Donde duerme el fuego” & “Lo que el cristal no pudo guardar” Hay libros que nacen de la inspiración y otros que brotan de la necesidad. Los míos, o al menos estos dos primeros, surgieron de una herida. “Donde duerme el fuego” y “Lo que el cristal no pudo guardar” no son solo fantasía oscura; son fragmentos de una mente intentando entenderse y, a veces, tan solo no romperse del todo. Los escribí en el momento más oscuro de mi vida, perdido y sin rumbo, cuando la depresión era niebla y cada día costaba encontrar un motivo. La escritura fue mi único refugio, mi forma de no desaparecer del todo. Ahora, en este tiempo de baja, cuando el mundo fuera sigue siendo gris, escribir se ha convertido en el único hilo de luz que atraviesa la sombra. Imaginar mundos, crear personajes, intentar que la lírica pese más que el silencio… Todo eso me ha dado pequeñas treguas, momentos en los que la mente descansa. Si no estoy escribiendo, estoy pensando en qué historia podría salvarme mañan...