Dos Libros, Dos Heridas
“Donde duerme el fuego” & “Lo que el cristal no pudo guardar”
Hay libros que nacen de la inspiración y otros que brotan de la necesidad. Los míos, o al menos estos dos primeros, surgieron de una herida. “Donde duerme el fuego” y “Lo que el cristal no pudo guardar” no son solo fantasía oscura; son fragmentos de una mente intentando entenderse y, a veces, tan solo no romperse del todo.
Los escribí en el momento más oscuro de mi vida, perdido y sin rumbo, cuando la depresión era niebla y cada día costaba encontrar un motivo. La escritura fue mi único refugio, mi forma de no desaparecer del todo. Ahora, en este tiempo de baja, cuando el mundo fuera sigue siendo gris, escribir se ha convertido en el único hilo de luz que atraviesa la sombra.
Imaginar mundos, crear personajes, intentar que la lírica pese más que el silencio… Todo eso me ha dado pequeñas treguas, momentos en los que la mente descansa. Si no estoy escribiendo, estoy pensando en qué historia podría salvarme mañana.
“Donde duerme el fuego” es una novela de ruinas, de nombres que pesan y de guerras que no terminan de acabarse nunca. Sus personajes avanzan entre cenizas, no buscando la victoria, sino resistiendo al olvido, luchando por recordar quiénes fueron antes de convertirse en sombra. En sus páginas hay magia, sí, pero sobre todo hay memoria: memoria rota, frágil, peligrosa. Es una historia sobre lo que arde incluso cuando ya no hay nada por quemar, y sobre el eco de aquellos que se niegan a ser olvidados.
“Lo que el cristal no pudo guardar” nace del mismo universo, pero en otro registro. Es el testimonio de aquellos a quienes la magia les robó más de lo que les dio. En este libro, los protagonistas despiertan sin recuerdos, solo con un nombre grabado en un cristal. Cada hechizo es un sacrificio, cada acto de poder cuesta una memoria o un fragmento de sí mismos. Es un libro sobre la identidad, sobre el miedo a perderse, sobre lo que duele no poder nombrar. Aquí la lírica es refugio y condena a la vez: la belleza de una frase se celebra aunque la trama avance despacio, porque cada palabra es una forma de no dejar que el silencio gana.
Sé que estos libros pueden ser duros, a veces densos. Los escribí como quien escribe una carta que quizá nunca envíe. Si avanzo lento, si la lírica a veces pesa más que la acción, es porque mi mente funciona así: cada frase es un pequeño acto de resistencia, un intento de capturar la belleza antes de que se apague.
Quizá por eso la fantasía oscura fue mi primera casa, aunque ahora, poco a poco, me acerco también a otros registros más luminosos, incluso “cozy”. Pero nunca olvido de dónde vengo, ni la razón por la que escribo.
A quienes se acerquen a estos libros:
Gracias.
Ojalá encontréis, entre tantas cenizas y fragmentos, algún eco de lo que también guardáis dentro.
Porque, a veces, el mayor acto de magia es simplemente sobrevivir a uno mismo.
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